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Por inconscientes.

Uno de los principales problemas de las organizaciones es que las personas operan en automático. Vamos con el “cruise control” activado y no nos damos cuenta de dónde nos estamos atascando.

 

Es lo que yo llamo el Déficit de Intención. El liderazgo empresarial no sólo tiene que ver con la capacidad de generar resultados, sino que está intrínsecamente relacionado a la capacidad influir positivamente en los equipos de trabajo, de motivar a las personas, y el principal motivador humano es la intención.

Tener una intención clara y bien definida hace que nuestro cerebro altere los mecanismos internos y ajuste la atención, lo cual nos permite poner en marcha la acción (Intención-Atención-Acción), por ende, al no tener una intención clara, la atención se puede disipar y eso nos lleva a poner acción sin que ésta necesariamente contribuya a un objetivo específico, lo cual acarrea un agotamiento lógico asociado al estar “apagando incendios” todo el día sin ver grandes resultados de ello.

Incluso veo este mismo problema en el ámbito de la educación, donde hay padres de familia que tienen que lidiar con un diagnóstico hacia sus hijos, por parte de la escuela, donde acusan a los jóvenes de tener déficit de atención. Lo curioso es que esos mismos jóvenes son capaces de pasarse 6 horas seguidas jugando con videojuegos o entretenido en su deporte o actividad favorita, lo cual a mi me indica que no reside en el déficit de atención, sino más bien en el déficit de intención, o en otras palabras, esos jóvenes no tienen un objetivo claro de porqué ir a la escuela y estudiar las diferentes asignaturas que el modelo educativo les impone, y fruto de ello se les dificulta poner atención en las clases.

Y este Déficit de Intención debiera ser una de las principales responsabilidades de un CEO, y más aún cuando hablamos del contexto actual en el que las diferentes generaciones que conviven en una organización, por la propia naturaleza de las personas, operan desde diferentes motivadores internos, y se enfocan en diferentes aspectos de la organización, y por eso mismo la gran mayoría de programas de beneficios fracasan, y por eso las planeaciones estratégicas no se aterrizan en el día a día sino que se distorsionan conforme se va compartiendo a lo interno de la organización.

Así que el primer paso para evitar el déficit de intención es definir claramente la razón de ser de la empresa, pero no cometiendo el clásico error de diseñarlo en un salón ejecutivo de la mano de un consultor letrado en el arte de confundir a los directivos y generar una visión de 3 párrafos cuyo único fin es adornar la pared de la recepción de la empresa. El truco reside en diseñar esa razón de ser de la empresa en consenso con los key players de la organización, y hacerlo de manera que todos y cada uno de los integrantes del equipo la hagan suya y se alineen con ella.

Y al tener claro el propósito de existir de la empresa, las personas que son parte de ese proyecto van a tener claro para qué hacen lo que hacen, que es mucho más importante que saber porqué hacen lo que hacen, es decir, al tener clara la razón de ser de la empresa las personas se van a alinear de una manera mucho más sencilla y van a poder luchar por alcanzar objetivos comunes.

¿Las personas que trabajan contigo tienen claro para qué están ahí? Si no lo has logrado aún, tenemos un antídoto contra el Déficit de Intención, para mayor información contáctanos…