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Crecer es una necesidad del ser humano. Claro que no hablo de ganar estatura, hablo de ser más competente en un campo determinado, de conocerse más, de gestionarse mejor, de aprovechar más el tiempo, de ser capaz de solucionar problemas o retos más complejos, de hacer cosas nuevas, de contribuir más, de influir en el bienestar de más personas…

Del otro lado, no crecer significa quedarse estancado y, para ilustrarte lo que eso implica, quiero pedirte que pienses en lo que le pasa al agua –fuente de vida– cuando se estanca: le empiezan a salir cositas verdes y acaba oliendo feo. Lo mismo nos pasa a las personas si no crecemos.

A nivel individual, crecer pasa por liberar todo nuestro potencial, todo lo que como seres humanos somos capaces de lograr. Eso tiene que ver con descubrir nuestros miedos y reencuadrarlos (vencerlos), con ejecutar nuestros proyectos –para que las cosas con las que soñamos se materialicen y no queden sólo en ilusiones–, con equilibrar nuestro desempeño en las diferentes áreas de nuestra vida, etc.

Sin embargo, ¿cuáles son las claves para crecer dentro de una organización? Si te das cuenta, lo que esta pregunta plantea es algo que no depende exclusivamente de ti. En la mayoría de los casos, tu crecimiento dentro de la organización depende en última instancia de la decisión de alguien más.

Para que estemos alineados, entendemos que crecer dentro de una organización implica tener más responsabilidad sobre el destino de la misma, tener que tomar decisiones que pueden influir de una manera más significativa en alguno de sus indicadores estratégicos.

¿Qué necesitan entonces los demás para concederte esa ampliación de responsabilidad?

Es sencillo. Necesitan confiar en ti.

El juego de la vida, al igual que el juego de las organizaciones, consiste básicamente en perdurar en el tiempo y crecer. Y, para que eso suceda, los seres humanos que formamos esas organizaciones necesitamos tener nuestra espalda cubierta, necesitamos saber que las personas que nos rodean responden por nosotros cuando no estamos ahí.

Recuerda por un instante quiénes son las personas en las que más confías. Son seguramente personas que se parecen a ti, que creen en las cosas que tú crees, que comparten tus valores, que le dan importancia a las cosas que a ti te importan. Son personas para las que de algún modo sabes que eres especial, sabes que eres importante. Son personas que te han demostrado que están ahí para ti, dispuestas a dedicarte su tiempo y energía sin pedirte nada a cambio.

Desde ahí se construye la confianza, que luego deberá verse nutrida por otros aspectos como la entrega de resultados a tiempo o la comunicación transparente. Pero lo esencial es encontrar personas que crean en lo que tú crees, que vean el mundo como tú lo ves y sueñen con un mundo como el que tú sueñas.

¿Eres capaz de alinearte con los sueños de tu organización? ¿En qué grado puedes hacer tuyos su misión, visión y valores?

Crecer, además de lo anterior, suele implicar ser responsable del bienestar y el desempeño de más personas. Así que, ¿qué tanto te gustan las personas? ¿Qué tanto te importa el crecimiento de quienes que te rodean?

En una organización sana, esos factores acaban siendo determinantes en el proceso de desarrollo y crecimiento internos. Para lo demás, para lo relacionado con incrementar tu nivel de competencia en los aspectos técnicos del trabajo, el tiempo y el apoyo abundan cuando la gente confía en ti.

Para que las personas aumenten la confianza que tienen en sí mismas, la confianza que proyectan hacia fuera y su capacidad de mantener relaciones sanas y provechosas con la gente que los rodea, encontramos en el Coaching y la Programación Neurolingüística dos disciplinas poderosísimas. Si algo de lo que aquí has leído te ha llamado la atención, te encantará conocerlas.